Un día de enero de 2015, Bret Winingar y su hijo, Zach, salieron a pasear en moto por el parque natural de Little Rock, en Arkansas (Estados Unidos).
De repente vieron algo escondido entre los arbustos, a un lado de la carretera. Algo que les hizo, que parasen su moto y se acercasen a echar un vistazo.
Bret y Zach vieron que se trataba de una caja de transportar animales. Muchas partes del transportín estaban dañadas, como si lo que estuviese dentro hubiese intentado desesperadamente salir.
Pero nadie estaba preparado para lo que lo que iban a descubrir…
Era un día de enero de 2015 cuando Bret Winingar y su hijo salieron en sus motos a dar una vuelta por caminos abiertos.
Cuando padre e hijo pasaban por un área rural de Little Rock, en Arkansas (Estados Unidos), vieron una caja entre los matorrales, cerca del camino.
Algo les dijo que parasen sus motos e inspeccionaran la caja. Llámalo destino o sexto sentido, pero sintieron que no podían pasar sin acercarse.
Lo que encontraron dentro fue tan terrible que iba a cambiar sus vidas.
Bret y Zach notaron que el transportín estaba mordido y roto por algunas partes.
Parecía claro que lo que había dentro había hecho intentos desesperados por salir.
Padre e hijo abrieron la caja, y de dentro salió un gran perro negro, que solo era piel y huesos.
«Olía tan fuerte a muerte que no podían soportar estar ahí, sus patas estaban tintadas de marrón tras haber estado sentado sobre sus propios excrementos».
El pobre perro había sido abandonado y Dios sabe cuánto tiempo llevaba encerrado en esa caja.
Tenía heridas y marcas de sangre por todo el cuerpo, marcas de no haberse podido mover libre en esa caja con tan poco espacio.
Como ellos habían llegado allí en moto tuvieron que dejar al perro en el lugar, mientras volvían rápidamente para coger el automóvil de Zachs y algo de comida.
Cruzaron los dedos para que la perra se quedase mientras allí hasta que ellos volviesen.
Y allí estaba ella esperando cuando Zach y Bret volvieron.
”Yo estaba seguro de que habíamos llegado tarde», escribió Bret en su blog.
«Pero entonces escuché y gruñido y pensé: ‘Si tienes la fuerza de gruñir así, tienes fuerzas para sobrevivir».
La montaron en el asiento trasero del vehículo de Zach y se alejaron de allí.
Le pusieron el nombre de Charlie Bravo a la perrita, como el modelo de la motocicleta en la que iban ese día.
Tras un muy necesitados baño, Bret y su familia llevaron a Charlie al veterinario.
Sus uñas habían crecido tanto que se le habían clavado en las patas.
Tenía tanto dolor que apenas podía andar.
Los veterinarios calcularon que Charlie tenía más o menos 8 meses cuando la rescataron.
Bret no tenía intención de adoptar a Charlie porque ya tenía varios perros.
Pero cuando Charlie se recuperó, pudieron ver su increíble personalidad, y Bret y su familia se enamoraron de este maravilloso perro.
Y ya no pueden imaginarse una vida sin Charlie.
”Contra todo pronóstico y todos los obstáculos, la historia de Charlie ha dejado una huella profunda en más de un sentido», cuenta Bret.
«Charlie fue abandonado en su propio trasnportín. Para nosotros es una forma de recordar que todos estamos de alguna forma encerrados en nuestra propia prisión. Puede ser un trabajo aburridísimo, una relación enfermiza, las drogas o el alcohol, o la más limitante de todas: el miedo.»
«Charlie es una perrita feliz hoy. Ella nos recuerda que con un poco de ayuda podemos ser lo que queramos».
Cuando la historia de Charlies se publicó en Facebook, la familia Winingar recibió sorprendentes donaciones para ayudar a pagar las facturas del veterinario.
Pero llegó tanto dinero que la familia ha donado la mayor parte a hogares de acogida de animales.
¡Charlie nunca más volverá a estar solo y descuidado de nuevo!
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