Hay historias que me duele tener que escribir. Pero también sé lo importante que es denunciar las barbaridades que se producen en el mundo y que no queremos que se sigan repitiendo. Cosas que uno ni se imaginaría que pueden estar ocurriendo.
Como el caso de la orangutana Pony. La depilaban, le ponían joyas y ropa y la ofrecían para mantener relaciones sexuales. Y todo por unas miserables monedas.
Pony es una organgutana que fue separada de su madre al nacer. La llevaron a un prostíbulo, en Kereng Pangi (Indonesia) donde la tenía encadenada. Sus cuidadoras eran todas mujeres, porque Pony tenía pánico a los hombres. Y no me extraña después de saber lo que le hacían.
Según cuentan medios como La Vanguardia y ABC, durante años, Pony fue obligada a prostituirse. Para que se pareciese más a una mujer, la maquillaban, la depilaban, la vestían y le ponía joyas.
Al parecer esto debe de resultar atractivo para algunos hombres, quienes, por solo unas monedas, podían abusar sexualmente de la orangutana. También había mujeres esclavizadas en el prostíbulos, pero los clientes solicitaban poder mantener relaciones sexuales con la orangutana.
Después de que muchas protectoras de animales denunciasen las violaciones que estaba sufriendo la orangutana, se inició una larga investigación impulsada por la Autoridad Central de Conservación y Recursos Naturales de Kalimantan (BKSDA) en colaboración con la Fundación BOS.
Finalmente en 2003, un grupo de 35 policías armados entraron en el prostíbulo para liberar al animal. Los dueños del prostíbulos, que vieron que iban a peder una gran fuente de ingresos, se negaban a entregarla y pelearon por retenerla. Finalmente la policía pudo rescatarla.
La Vanguardia recoge las siguientes declaraciones concedidas a The Sun por Lone Droscher-Nielson, parte del grupo de rescate de la organgutana: «Cuando descubrí que la usaban para la prostitución me horroricé. Quizá en mi ingenuidad nunca hubiera creído humanamente posible hacer algo así a un animal».
Cuando la rescataron, Pony tenía lesiones físicas, y su pelaje tardó en crecer, ya que era rasurada todos los días. Y al carecer de pelo que la protegiese, tenía numerosas picaduras de mosquitos y otras lesiones en la piel.
El maltrato y abuso le dejaron duros traumas. «En el refugio, cuando un hombre se acercaba, se iba a una esquina y se orinaba encima. Les tenía pánico», cuenta Karmele, presidente de la ONG International Animal Rescue.
La Fundación BOS se hizo entonces cargo de ella, la cuidó, curó y alimentó. Pero dado el maltrato que ha sufrido y que fue separada de su madre muy pequeña, ya no puede ser dejada en libertad, no sobreviviría. Por eso la mantienen en cautividad pero en un entorno natural y saludable en el que vivir.
En este entorno seguro pudo recuperarse poco a poco, y dejó a todos sorprendidos con su fuerza y resistencia, aprendiendo rápido a confiar de nuevo.
Me alegra que Pony pudiese ser rescatada y tuviese una segunda oportunidad en la vida. Ningún animal debería pasar por algo así. Comparte si estás de acuerdo.