Hay muchos peligros obvios en la playa que preocupan a los padres, y uno siempre hace todo lo posible para que sus hijos estén seguros.
Uno llena el bolso con protección solar, salvavidas, agua y algo de comer.
Pero a pesar de toda la planeación del mundo uno no puede estar preparado para todas las situaciones. Así que qué haces cuando el día en la playa de repente se interrumpe cuando tu hijo viene corriendo, ¿lleno de sangre?
Eso fue exactamente lo que le pasó a Katja Kafling cuando se estaba bañando con sus hijos.
¿La razón de por que su hijo llegó corriendo lleno de heridas en los pies sangrando?
Un peligro escondido bajo la arena que fue tan chocante que ahora ella quiere advertirle a los demás.
Empezó como cualquier ida a la playa afuera de Roskilde, Dinamarca. El hijo Jake, de 3 años, estaba jugando en la playa y disfrutando del sol.
Pero después de unos segundos la mamá Katja iba en camino a urgencias con su hijo. Los pies del hijo se habían quemado tanto que la piel se había caído.
¿La razón? Ni ella ni nadie se lo esperaba.
Debajo de la arena todavía habían pedazos de carbón ardiendo, probablemente de una fogata que alguien había prendido en la playa el día anterior.
El pequeño Jacob pisó el carbón sin saberlo y se quemó fuertemente. Muchos solamente utilizan arena para apagar las fogatas.
Pero según la médica Marianne Cinat entonces ocurre el contrario. ”El fuego se encapsula en la arena, lo que hace que el fuego se ponga más caliente», dice ella.
Las quemaduras del pequeño eran tan graves que los médicos pensaron en amputarle sus dedos.
Pero afortunadamente los excelentes cirujanos lograron transplantar piel de otros lados del cuerpo para recuperar los pies.
Tras casi un año yendo al hospital y tras mucha rehabilitación el niño ahora están bien y feliz. Pero todavía tiene grandes cicatrices en los pies.
La familia entiende que la persona que dejó el carbón no lo hizo a propósito. Probablemente la persona estaba inconsciente del peligro escondido.
Por eso es importante compartir la historia de Jakob.
La próxima vez que estés en la playa y veas que alguien le eche arena a restos de carbón, pídeles que le echen agua.
Con educación y conciencia todos podemos hacer nuestra parte para aumentar la seguridad para los demás.
Jacob tuvo suerte en la mala suerte y no tuvo que amputar sus pies, pero otros tal vez no tienen la misma suerte. No dejes que esto le suceda a más niños – ¡ayuda a compartir esto en Facebook!