Bebé de 400 gramos con menos de 20% de probabilidades de sobrevivir, vive

El embarazo no solo es físicamente difícil para muchas futuras madres, es también emocional y psicológicamente duro.

Y si la mujer además no esperaba quedarse embarazada, debido a las limitaciones físicas de ella o su pareja, la noticia por sorpresa de un embarazo puede ser estresante.

Pero el sentimiento de esperanza, alegría y amor es el mismo.

Ashley Zachmeyer personifician perfectamente esta situación. Tras ser diagnosticada con ovarios poliquísticos, Ashley nunca esperó ni imaginó que un día estaría embarazada. Pero eso fue precisamente lo que descubrió una mañana.

Pero el viaje en el que estaba embarcando iba a ser un reto mucho más grande de lo que nunca pudo imaginar.

Abajo puedes leer la increíble historia de su pequeña luchadora, Adalee.

“Mi pequeña no tenía probabilidades de sobrevivir. ¿Cómo pudo una bebé de 400 gramos sobrevivir? Los médicos no tenían esperanzas.

Cuando me quedé embarazada, fue un shock para todos. Me habían diagnosticado ovarios poliquísticos, lo que produce infertilidad. A mi esposo también le habían dicho que había pocas posibilidades de que tuviera hijos.

Cuando descubrieron la existencia de este pequeño milagro, Ashley estaba embarazada de 7 semanas. Le hicieron una ecografía esperando encontrar un quiste, pero no pensaba que hubiese forma de que estuviese embarazada. Y me había hecho varios test de embarazo y habían salido negativos. Para nuestra sorpresa, había un pequeño latido. Ese momento lo cambió todo.

En la semana 12 descubrieron un coágulo de sangre en el útero. Me dijeron que tenía que quedarme en cama y que me iban a monitorizar y vigilar de cerca. En la semana 18, ¡el coágulo había desaparecido!

Pero cuando hicieron la siguiente ecografía, la preocupación creció. Yo sabía que ella no podía decir nada, no hacía falta que dijese nada. Su cara lo decía todo. Mi pequeña llevaba un retraso de 3 semanas en su crecimiento y tenía muy poco líquido amniótico. Desde este momento, el médico nos remitió a un especialista en embarazos de alto riesgo.

La primera especialista dijo que tenía menos de un 20% de probabilidades de sobrevivir. Ella también me dijo que era joven y sana, y que tenía que intentarlo otra vez. Mi corazón estaba por los suelos. Quería gritar y llorar. Le pregunté a Dios: ‘¿Por qué nos bendices con esta bebé y luego nos la quitas?’. Mi enfado iba en aumento. Y ese enfado pronto se convirtió en determinación, no iba a darme por vencida. Consulté a un segundo experto. En ese momento el líquido amniótico era de menos de 1 cm, y el crecimiento del bebé seguía muy por detrás de lo normal. Este segundo especialista me habló de las señales de aborto espontáneo y me mandó a casa. Me dijo que volviese en unas semanas para comprobar el latido del bebé. Yo estaba fuera de mí.

En este momento, casi me había dado por vencida. Lloré, grité y me derrumbé, pero cuando ya no podía más, encontré un poco de fe. Con cada semana que pasaba, tenía un poco más de esperanza. Las cosas se iban poniendo peor, pero no podía darme por vencida. Dios me eligió para ser su madre por una razón. Adalee seguía creciendo por detrás de lo esperado, el líquido aminiótico seguía siendo bajo. Los especialistas me advertían en cada visita, 3 por semana, que la situación no era buena y que tenía que prepararme para lo peor. A las 26 semanas, los especialistas me informaron de que el flujo de sangre en el cordón umbilical no fluía bien, y que probablemente iba a sufrir un aborto espontáneo en las próximas 24 horas.

No estoy segura de lo que cambió en mí en ese momento, pero saqué más fuerzas que nunca. Era hora de luchar. En ese momento, ni siquiera consideraban que tuviese el peso viable. Me dijeron que tenía la posibilidad de elegir: que ellos hiciesen todo lo que estuviese en sus manos para salvarla, o no hacer nada. Los médicos me recomendaron que la dejase marchar, el parto sería muy estresante para su frágil cuerpo y que no sería humano hacerla pasar por esto. Yo les dije que hicieran todo lo posible, no me lo tuve que pensar dos veces. Algo me decía que tenía que luchar por ella, y eso es lo que continué haciendo.

Me ingresaron en el hospital. Me dijeron que estaría de parto en 72 horas. Los tres días se convirtieron en una semana, y una semana en tres semanas. Se desató una gran preocupación cuando su latido se desplomó a 50. Incluso me prepararon varias veces para una cesárea, pero justo cuando iban a hacerlo, su corazón volvió a latir más rápido. Cuando nos acercábamos a las 4 semanas en el hospital, y yo estaba en mi semana 29 de embarazo, Adalee finalmente alcanzó el peso de 400 gramos. Para nosotros esto era un gran logro. Al día siguiente, Adalee no mostraba movimientos en la ecografía y no había líquido amniótico. Había llegado la hora.

El 22 de junio de 2017, a las 29 semanas y 5 días de gestación, di a luz a mi hija. El peso estimado era erróneo, no pesaba 450 gramos, sino 410. Tenía el tamaño de un feto a las 22 semanas de gestación. Recuerdo que me dijeron que por debajo de 450 gr. no sería viable, pero gracias a que siguieron mis deseos e hicieron todo lo que estaba en su poder, la pequeña estaba viva.

Recuerdo la primera vez que la vi, tenía la piel transparente y se podían ver los huesos de su cuerpo y se notaban sus intestinos. No podía creer que estuviese aquí con nosotros luchando. No podía creer que un bebé del tamaño de una Coca Cola pudiese vivir. No muchos otros podían creerlo tampoco.

Con 4 días de vida, Adalee fue trasladada al hospital infantil Children’s Healthcare de Atlanta. Fue el día que más miedo he pasado de toda mi vida. La tuvieron que sedar y no lo aguantó, así que tuvieron que intubarla. La primera vez que la intubada, me partió el alma. Nunca pensé que pudiera ver tantos tubos y cables conectados a mi bebé.

Los días pasaban despacio. Poco a poco iba ganando peso, pero sentí que tardó una eternidad hasta que llegó el momento en el que alcanzó el peso de 450 gramos. Pasaron 3 semanas hasta que pudimos tenerla en nuestros brazos por primera vez. Dejadme que os diga que fue el mejor sentimiento del mundo cuando por fin pudimos hacerlo.

Durante nuestra estancia sabíamos que nos esperaban muchos obstáculos. Lo que nos dijeron que sería una montaña rusa, acabó siendo una lenta cuesta arriba. Le diagnosticaron una hemorragia cerebral y nos dijeron que tenían que someterla a una cirugía en los intestinos, pero nunca tuvieron que llegar a realizarla. Los doctores nos dijeron que era insólito ver a un bebé nacer tan pequeño y que se desarrollase sin ninguna complicación de crecimiento. Nuestro médico la llamó súper estrella.

Poco a poco, siguió cogiendo peso. Antes de darnos cuenta, pesaba 2 kilos y le quitaron los tubos. Pero cuando digo que le quitaron los tubos me refiero a que Adalee, muy terca, se los quitó ella misma. Los médicos no querían quitárselos hasta que pesase 1,4 kilos, pero Adalee tenía otro plan. Ella siguió creciendo y mejorando. A los 3 meses, Adalee ya no necesitaba respiración asistida. Respiraba por sí sola.

Lamentablemente, debido a que tuvo que llevar respiración asistida, desarrolló retinopatía de la prematuridad. Por suerte no era muy severa.

Los días seguían pasando en el hospital, ahora había que esperar a que alcanzase el peso suficiente para poder ir a casa. Adalee recibió leche y nutrientes a través de un tubo hasta que pudo tomar por primera vez de un biberón, cuando llegó a los 3 meses.

Tras 106 largos días en el hospital, finalmente pudimos llevarnos a nuestra pequeña a casa. Adalee pesaba 1 kilos y 800 gramos.

Han pasado 9 meses desde que Adalee llegó a casa, y ha mejorado. Ahora tiene un año y pesa pesa 5 kilos y medio. Aún es muy pequeña pero su salud mejora y no ha necesitado cirugía. Ha continuado acabando con todos los pronósticos negativos que pesaban sobre ella. Todos sus médicos están muy impresionados de su progreso. Decir que hemos sido bendecidos con un milagros es un hecho. Solo nos queda esperar que nuestra pequeña siga mejorando y creciendo. Nuestra pequeña de 400 gramos, con menos un 20% de probabilidades de sobrevivir, vive. Lo ha logrado. Sobrevivió. Aunque sea muy pequeña, tiene la fuerza de de una fiera.

Adalee: ‘Dios es mi refugio; uno muy noble.’

Photos: Ashley Zachmeyer

¡Qué viaje tan increíble de fuerza y coraje – de los padres y de la pequeña Adalee, ¡por supuesto! Me hace muy feliz saber que esta madre siguió su instinto, y no dudó de su corazón. ¡Mis mejores deseos a esta maravillosa familia!

 

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