La gente suele tener de todo en el jardín, pero lo que estos dos chicos encontraron en su jardín, a finales de los 70, lo supera todo.
En 1978 la familia se mudó a una gran casa a las afueras de Los Ángeles (Estados Unidos). Los hijos de la pareja disfrutaban jugando fuera en su nuevo jardín.
Un día, por diversión, comenzaron a cavar un hoyo en el jardín. Los padres, como es de imaginar, no estaban tan contentos, pero pronto iba a aparecer la razón que les iba hacer tragarse todas sus palabras.
Cuando los niños notaron algo duro, mientras cavaban, comenzó una historia que iba a fascinar al mundo.
Los dos niños, por supuesto, estaban muy ansiosos cuando notaron el objeto duro enterrado en la tierra del jardín, ¿habrían encontrado un tesoro?
Los dos cavaron con ilusión y pronto descubrieron que enterrado bajo la tierra se encontraba el sueño de todo niño: ¡¡un Ferrari!!
Cuando le contaron el hallazgo a sus padres, estos no podían creer lo que oían, pero cuando lo vieron con sus propios ojos, llamaron inmediatamente a la policía.
La policía consiguió, con ayuda de una excavadora, sacar el vehículo.
Al sacarlo vieron que dentro había ropa y toallas. Un terrible hedor salió del vehículo y la preocupación apareció en las caras de los presentes. ¿Habría un cuerpo entre las ropas?
Afortunadamente, la policía pudo comprobar que no había ningún cuerpo. De hecho el vehículo estaba vacío.
Bajo toda la tierra y suciedad había un casi nuevo Ferrari Dino 246 GTS de 1978.
Donde encontraron el automóvil hubo una vez una piscina. Parece que habían metido el Ferrari en la piscina por alguna razón. Pero no estaba claro quién había metido el Ferrari allí.
La policía pudo averiguar rápido a quién pertenecía el deportivo. Se trataba de dos dueños, dos hombres mayores. Les habían robado el automóvil en Los Ángeles mientras cenaban una noche en un restaurante.
La policía sospecha que los ladrones metieron el Ferrari allí para ir a por él después. Pero obviamente algo debió de interponerse en su camino y nunca pudieron ir a recuperarlo. Hasta que los niños comenzaron a cavar en el jardín en 1978.
Otro misterio de esta historia es que los dueños del Ferrari habían desaparecido sin dejar rastro.
La compañía de seguros, que en su día había tenido que pagar la cantidad del valor del Ferrari a los dueños, tenía ahora que venderlo al mejor postor.
Y eso fue un hombre llamado Brad Howard. Compró el Ferrari por alrededor de 10.000 dólares americanos, cantidad pequeña comparada con el valor de un vehículo así hoy en día.
”Siempre quise tener un automóvil como Dino. Es rápido pero fácil de manejar».
Dino es el hombre con el que se conoce a este tipo de Ferrari, que dejó de fabricarse a principios de los años 70.
Brad reparó el vehículo y no fue ni necesario cambiar el motor, que había resistido todo este tiempo bajo tierra.
Pero por si la historia no fuese ya lo suficientemente loca, nos da un giro tras otro, escribe Jalopnik.
Un revista escribió sobre la historia del Ferrari, pero Greg Sharp, el periodista que escribió el reportaje para AutoWeek, siguió investigando la misteriosa historia de este Ferrari Dino.
Entonces… ¿Qué había pasado en realidad?
Tras investigar se descubrió que se había producido un crimen, pero diferente del que la policía primero había creído.
Al parecer la pareja propietaria del Ferrari estaba arruinada, no tenían dinero y por supuesto no se podían permitir el lujo de tener un automóvil así.
Sus dueños estaban tan enamorados de su Ferrari que no querían tener que venderlo, aunque no podían permitírselo.
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Entonces decidieron «aparcar» el Ferrari en la piscina vacía de la casa y cubrirlo con tierra, para así poder obtener el dinero del seguro y a la vez quedarse con el Ferrari.
Consiguieron el dinero, pero la razón de por qué dejaron allí enterrado el Ferrari todo ese tiempo sigue sin estar clara. Como sigue sin estar claro dónde están los hombres ahora.
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¡Qué historia tan increíble! Si le hubieran dicho a esta familia que el juego de los niños en el jardín iba a llevar a semejante descubrimiento e historia, no lo habrían creído nunca.
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